La fiesta de la Matanza

Pasado el día de la tanganilla (20 de enero), sería bueno recordar que estamos en la época de la matanza, una tradición castellana en vías de extinción. Hasta los tiempos modernos, la matanza del cerdo era la forma de asegurarse una buena cantidad de comida para todo el año y disponible en cualquier momento. Con la faena de los cerdos se procedía a la salazón del tocino, hacer morcillas, chorizos, jamones, y todo lo inimaginable que se puede obtener.

‘Tres días hay en el año
que se llena bien la panza:
Nochebuena, Nochevieja
y el día de la matanza’

Pero la matanza no era solamente una labor. Era un hecho social propio de las zonas rurales, importante vinculo entre el medio y la gente. La matanza era una fiesta en el sentido más lato de la palabra: concurrían parientes, amigos y vecinos para ayudar, conversar, chismear, cortejar, comer, tomar… un día de excesos y de jolgorio, un alto a las duras tareas de la campiña. Hasta se olvidaban viejos rencores y disputas, conciliando amistades perdidas, reforzando otras, solidarizándose y ayudándose mutuamente.

Como resultado de la mezcla entre la matanza y el folclore popular de la zona, podemos encontrar la ‘Jota Chacinera’, que el Nuevo Mester de Juglaría edita en el disco ‘A ti, querido cochino’ (año 2001)

JOTA CHACINERA

Viva Segovia que tiene
la fruta mejor curada:
embutidos y chacinas
del huerto de la matanza.

Segovia, viva Segovia
y que viva Cantimpalos,
el pueblo de los chorizos
alegres y apicantados.

Segovia, viva Segovia
y Carbonero el Mayor,
el pueblo de los jamones,
la virgen que buenos son.

Segovia, viva Segovia
y viva también Bernardos,
el pueblo de las morcillas,
aprieta y que salga el caldo.

Y allá va la despedida,
la que echan los chacineros,
que no nos falte la carne
de cochino entre los dedos.

Y allá va la despedida,
cada cual tenga lo suyo,
’pa’ chorizos y jamones
los de la Venta Magullo.

Chorizos y jamones de la matanza

Las peñas de Bernardos

En Bernardos, y en las fiestas de verano,
se hacen Peñas, que son reuniones de amigos.
Nos juntamos por edades y pasamos
unos cuantos días buenos. Divertidos.

Disponemos de un local o casa vieja
que limpiamos y arreglamos con cariño
para que haga las funciones requeridas
hasta el ‘día de la abuela’ como mínimo.

Hay algunas que se forman con casados
y las más, que son de jóvenes o niños.
Todas van bien adornadas, guarnecidas
con bebidas y licor de todo tipo.

Nunca falta algún rincón en estas peñas
que procura al pensamiento un atractivo.
‘Picadero’, denominan el lugar.
Para más señas, le dan forma de nido.

Y, con cierto aire de trampa, allí se espera
a que ‘caiga’ una chica que se ha perdido.
Pocas veces se da el caso de que ocurra
pero siempre es bueno estar bien prevenidos.

La bodega es otro de los apartados
que requiere vigilancia y cometido,
pues allí se depositan las ‘esencias’
y los ‘caldos’ que luego han de ser bebidos.

Para ver si la bebida está en su punto
se hacen ‘catas’, ‘pruebas’, ‘tragos’ y ‘chupitos’.
Libaciones que hay que hacerlas con mesura.
Si te pasas, ese día vas ‘cocido’.

La tarea es importante y se requiere
que la lleven a cabo los ‘entendidos’.
Y, por último, el tercero en importancia,
el salón, que ha de ser guapo y divertido,

porque en él se experimentan por la noche
las caricias, los abrazos y besitos
que acompañan con la música adecuada
susurrando las parejas al oído.

Si te quedas un buen rato, cuando sales,
llevas tienda de campaña. Prometido.
Este oficio es peculiar y se requiere
mucha ‘labia’, simpatías y buen tipo.

Como veis, el sitio está bien preparado
para hacer que se consiga el objetivo,
albergándonos la gula y la lujuria
que estos días nos aturden el sentido.

A los dioses Baco y Venus nos juntamos
y con ellos recorremos el camino.
Cada día de las fiestas nos deparan
emociones en uno y otro sentido.

Y nos guían como buenos compañeros,
ayudándonos a evitar desvaríos
De las peñas a los toros y, de aquí,
a cualquiera de los bares o al Casino.

Y volvemos otra vez hacia las peñas
a buscar ‘eso’ que nos pide el instinto.
Atendemos al torero, a la taberna,
a la música, al cachete y al ombligo.

Aunque esto último nos pide discreción,
pues contárselo a otra gente está mal visto.
Cada día nuestras peñas nos ofrecen
ilusión, compañerismo y atractivo.

En la víspera desfilan disfrazados
de payasos, de ‘vedettes’ o bandidos.
Y, en los toros, son el único elemento
que se anima en los asientos del tendido.

Si no fuera por las peñas y charangas,
el vermouth ya no tendría ni sentido.
Unos días te organizas el almuerzo
y, otros, te echas una siesta si es preciso.

Allí llevas a un amigo de invitado
y, si tarda mucho en irse, va bebido.
A partir de medianoche se relatan
las historias más tremendas que has oído.

Te las narra un trovador improvisado
cuando ya un poco de ‘caldo’ se ha metido.
Y, si el tema es la Política, seguro
que te arreglan el país ‘como es debido’.

Hay algunos que se quedan a dormir,
pero pocos los que lo hayan conseguido.
Entre voces, chistes malos y blasfemias
los ‘colegas’ el sueño te lo han jodido.

Ya no se hace limonada como antaño,
que trataban y elaboraban el vino.
Ahora tienes multitud de comestibles,
de refrescos, de licores y batidos.

Más que peñas, hay algunas que parecen
almacenes o tiendas de ultramarinos.
Sin embargo, y aunque tengan algún fallo,
preferimos resaltar lo positivo.

Porque, amigos de Bernardos, sin las peñas,
nuestras fiestas carecieran de sentido.
Y son ellas, junto a los toros y el baile,
las que dan a los festejos, poderío.

Es que el pueblo se merece esto y más cosas
que a la virgen del Castillo hemos pedido.
Por ejemplo, que no falte la alegría
y que reine la armonía entre vecinos.

Por todo ello ¡Viva el pueblo con sus peñas!
Y también ¡Viva la virgen del Castillo!
Como vírgenes hay pocas, la mimamos.
Porque santas hay bastantes. Más que obispos.
Y ella, a cambio, a nuestras peñas les permite
desmadrarse con la gula y la libido.

Luis Arranz Boal. Otoño del 2006

Las fiestas de mi pueblo

En las fiestas de Bernardos
la alegría es lo primero,
la bebida lo segundo
y los toros lo tercero.

Días antes de la fiesta
ya comienzan los eventos.
Participa mucha gente
y todos están contentos.

Con las peñas, con deportes,
con la música y el juego,
vamos entrando en materia
para lo que viene luego.

El viernes con la velada
comienza el desmadre ya.
Sin embargo aún no hay trajes.
(Aunque ya pronto vendrán).

El sábado. Todo el día
las peñas están al rojo.
Por la tarde, los santeros.
Por la noche, baile y toros.

La juventud y otras hierbas
ya, ni se van a dormir.
Quieren estirar la noche
para ver el sol salir.

El encierro del domingo
aglutina a todo el pueblo:
viejos, jóvenes y niños.
Los de aquí y los forasteros.

Por la tarde, la corrida.
Donde las peñas animan
a unos toreros de turno
que pocas veces atinan.

La noche se hace muy larga
y algunos se han de marchar,
porque al día siguiente es lunes
y tienen que trabajar.

El lunes tras el encierro,
charanga de bar en bar.
Por la tarde, buena siesta.
Porque hay que recuperar.

Otros, en cambio, prefieren
marcharse a la procesión,
bailar la jota a la Virgen
y mostrar su devoción.

La noche vuelve a ser larga.
Los cuerpos van descansados.
Se han duchado, muda nueva,
afeitados y cenados.

Comienza el baile a las tantas.
Es igual, no nos quejamos.
Nos quedan horas de sobra,
incluso ‘pa’ emborracharnos.

El tercer día los cuerpos
ya no admiten más bebida.
Y sin embargo no para
el jolgorio y la movida.

Encierro por la mañana,
charlotada por la tarde.
Y en el baile resistimos
hasta que todo se acabe.

La gente se va marchando
a casa poquito a poco.
Van tristes porque mañana
no habrá charanga ni toros.

En el ‘día de la Abuela’,
los colegas y amiguetes,
en las peñas y en los bares,
cuentan ‘dimes’ y ‘diretes’.

Con la misa por la tarde
y, de noche, la velada;
ponemos punto final
a una semana tan larga.

Y la virgen del Castillo…
¿De todo esto qué nos dice?
‘Que hagamos lo que nos plazca’.
‘Que ella todo lo bendice’.

Con este santo permiso,
no nos asusta el desmadre.
Durante unos cuantos días
no conoces ni a tu padre.

Si te pasaste con algo
ella te lo ha perdonado.
Como solemos decir:
‘que nos quiten lo bailao’.

Así se acaban las fiestas
de este pueblo castellano.
Unos marchan, otros quedan,
y… a esperar otro verano.

Luis Arranz Boal. Agosto del 2006